domingo, 16 de marzo de 2008

La construcción: un mal motor económico

El sector de la construcción representa entre el 18 y el 20% del PIB de la economía española. Un peso que sumado al del turismo, supone casi un tercio del PIB y que se ha duplicado en la última década. De hecho, ese aumento del peso del sector explica, en cierta medida, el crecimiento de la economía española en los últimos años, basada en datos como esas casi 800.000 viviendas iniciadas en 2006 (cuando sólo son necesarias unas 400.000). Pero, ¿es bueno que la economía tenga este tipo de locomotora?
Primero. La construcción, como el turismo, son sectores intensivos en mano de obra, por tanto, sectores de reducida productividad. He aquí la primera consecuencia y he aquí el dato. España se sitúa en la zona de descenso en los ránkings de productividad de la UE-27 (en dura pugna con potencias como Malta. Sí, la del 12 a 1), con crecimientos anuales del 0,8%.
Segundo. Se trata de un sector procíclico. Es decir, cuando la economía crece, la construcción crece por encima, cuando entra en crisis, el sector se contrae todavía más. Justo lo que menos necesita una economía, un sector que lejos de suavizar su ciclo, lo acentúe. Un sector que, debido a su modus operandi, destruye muchísimo empleo y muy deprisa. Otra característica histórica de nuestra economía. En poco tiempo, solemos destruir el empleo que tanto nos cuesta crear.
Tercero. Y muy ligado al anterior. Se trata de un sector muy unido a la demanda interna. Es decir, si el sector de la construcción se desacelera, es porque lo hace la demanda de viviendas y esta última lo hace porque ya no ve los precios como atractivos. Si el ciudadano piensa que su vivienda sería difícil de vender a un precio atractivo, se ve más pobre porque su principal patrimonio es esa vivienda, y, como consecuencia, consume menos.
Añadan al cóctel, precios de burbuja, elevados ratios de endeudamiento familiar (la necesidad de financiación es la otra cara del déficit exterior de una economía, y, por tanto, de su ausencia de competitividad) y porcentajes de propietarios fuera de toda lógica (con sus consecuencias, por ejemplo, en términos de una movilidad laboral que tanto se la necesita en la economía española) y ya tienen todo el daño que supone para una economía un sector de la construcción y un mercado de la vivienda como el nuestro.
Digamos, si lo prefieren así, que, a largo plazo, una economía basada en la construcción se asemejaría más uno de esos trenes regionales con trayectos lentos y entrecortados que a un tren de alta velocidad.

Publicado en La Vanguardia (14-3-2008) por JMRaya